Y era joven, bella y seductora Su madrecita la cuidaba con primor En el barrio todos la querían Por su bondad y por su trato encantador Hasta que un magnate forastero En regio auto una vez se le acercó Le habló de joyas, de fiestas y de coches Volvió dos o tres noches y al fin se la llevó Supo la madre Que la llora como muerta Pues bien, sabe que a su puerta No podrá ya retornar Nadie comprende Su inmenso sufrimiento No tienen sentimientos No saben perdonar Fue rudo el golpe Para aquella madre buena Y tan grande fue su pena Que muy pronto sucumbió Dios justiciero Con gran benevolencia Demostrando su clemencia Puso fin a su dolor Y era buena, triste fue su signo Se ha resignado, aunque muy grande su dolor Pues comprende que era su destino Haber seguido aquel infame seductor Pues el hombre que le prometiera Miles de cosas que nunca jamás cumplió Mostró muy pronto su corazón de hiena Y a la muchacha buena, aquel, la abandonó