Se llamaba Quena, un día pidió a su indiecito enamorado Quiero oro del Sol, tráeme oro del Sol El joven indio partió rumbo al poniente Cruzó montañas, pedregales y territorios extraños Pero no encontró oro del Sol Retornó entonces a la piedra, pero Quena no estaba Pachamama la había castigado Convirtiéndola en un pequeño trozo de caña El indio llamó a los cuatros vientos ¡Quena! ¡Quena! Por un extraño impulso llevó a sus labios El trozo de bambú y en él suspiró el nombre de su amada Desde entonces la montaña sagrada tiene un cántico más Sumado a la soledad de las cordilleras ¡Viejo tocador de quena Silencio, bronce y dolor! Angustia de cinco notas Que nunca nadie escuchó Perfil de cóndor andino Rostro que el viento alisó Ojos llenos de silencios Y manos de labrador ¡Cuánta piedra en los caminos Toda la vida encontró! Milagro que no se hiciera De piedra su corazón